TEMA DEL QUINTO NÚMERO:
TEORÍAS DE LA ANIQUILACIÓN

Premisa
Como señala Olga Plümacher (2023) en El pesimismo en el budismo y otras religiones [Der Pessimismus in Vergangenheit und Gegenwart], el juicio axiológico del pesimismo filosófico es: «La suma de disgustos supera a la suma de placeres; en consecuencia, el no-ser es preferible al ser» (39). Fue a tenor de este aserto que las filosofías pesimistas desde el siglo XIX conformaron sus particulares soteriologías encaminadas a clausurar aquel mal concomitante al ser; i. e., las distintas teorías de la aniquilación.
Para Schopenhauer, la existencia es desde el punto de vista teórico un problema a explicar, y desde el punto de vista práctico «algo que no debería existir» (WWV II, [664]: 634); por ello, su teoría ética recoge las prácticas de los penitentes cristianos y de los ascetas indios para conformar una teoría de la redención cuyo fin es la negación del principio vital del mundo: la voluntad de vivir.
A la estrella polar del pesimismo siguieron notables personalidades dentro del pesimismo filosófico, siendo de especial mención a estos efectos Philipp Mainländer y Eduard von Hartmann. Ambos comprendieron que la soteriología del maestro era un «acontecimiento muy raro» (Beiser, 2022: 98), reservado a unos pocos santos y ascetas; y si cabía esperar una eventual redención del dolor y el sufrimiento, esta debía estar garantizada o, al menos, abierta, al ser en general. En este contexto, surgieron sus respectivas teorías de la aniquilación en clave teleológica; en el caso de Mainländer, entendida en tanto que proceso tanatoteleológico, siendo el fin final del mundo el «ingresar en la nada absoluta, en el nihil negativum, es decir, aniquilarse por completo, cesar de existir» (PE I, [323]: 337). En el de Hartmann, el paulatino desarrollo de la conciencia pesimista, cuyo sedimento es la apercepción de que toda forma de felicidad es quimérica, logrará investir a la faceta lógica (idea) de lo Inconsciente del vigor necesario como para emanciparse de su segmento irracional (voluntad), ingresando así en «el estado de felicidad más grande posible, a saber: el de la carencia de dolor» (PU: 650), o sea, en la voluntad vacía.
Aunque ha sido habitual que en los círculos universitarios se haya tomado el pesimismo como un fenómeno marginal en la historia de la filosofía, producto de individuos afectados por una suerte de «enfermiza alteración de la actividad espiritual» (Gebhard, 1931: 2020-228), lo cierto es que este Weltdysangelium ha persuadido a otros también de un tiempo a esta parte. Petter Zapffe (1933) vio en el desarrollo de la conciencia «la tragedia de una especie que se torna inadecuada para la vida al sobre-desarrollar una capacidad» (4). Más recientemente, David Benatar (2006) ha señalado que «si la existencia es siempre un daño grave, entonces no puede haber obligación (basada en los intereses de personas potenciales), de traer a algunas y, a fortiori, tantas como sea posible, de estas personas» (94); premisa en que se fundamenta el llamado antinatalismo.
En definitiva, la lista es extensa, por lo que en el quinto volumen se pretenden recoger las diversas teorías de la aniquilación que, desde Lucrecio en De rerum natura hasta el antinatalismo, pasando por el pesimismo decimonónico, Petter Zapffe, Ulrich Horstmann, Nick Land, Thomas Ligotti, Eugene Thacker, etc., han reflexionado en torno a este arcano sentir de inveterada prosapia según el cual:
Nuestra naturaleza presente está muy cerca de la razón. La cual odia también la infelicidad. Y no hay razonamiento humano que no persuada del suicidio, es decir, mejor no ser que ser infeliz. Y nosotros seguimos a la razón en todo lo demás, y creeríamos faltar al deber del hombre actuando de manera contraria.
Leopardi, Zibaldone
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